Ha sido demasiado habitual recurrir a los lugares comunes al hablar de Arctic Monkeys. Sin embargo, estos cuatro chicos de Sheffield han sabido crecer sin dejarse influir, depurando su talento hasta llegar a este quinto disco, que será determinante en su carrera. La principal razón es que Alex Turner (voz, guitarra, letras) ya no necesita convencer a nadie. Así, entrega un trabajo de rock’n’roll clásico que atrapa el espíritu de 2013, un álbum grabado en Los Ángeles que sabe combinar pasajes cálidos con arranques euforizantes y baladas delicadas con atmósferas cinematográficas gracias al fulgor creativo del cantante, sujeto con destreza por James Ford (Simian Mobile Disco), su habitual cómplice a la producción.
Canciones como Rumine? estilizan ese sonido veloz marca de la casa, apoyado en la apabullante pegada de Matt Helders (batería), mientras que Fireside desarrolla el rock intrigante que descubrieron enHumbug (2009) con la ayuda de Josh Homme (que aparece fugazmente en Knee socks). Pero es en la suave melancolía de Mad sounds y I wanna be yours o en la elegancia de No.1 party anthem donde el cuarteto muestra su exuberante progresión. Como disco de madurez que es, AM no está exento de aventuras, como esos coqueteos con el falsete que tanto se le criticó a Julian Casablancas en lo último de Strokes, presente aquí en One for the road, Snap out of it y la sorprendente I want it all. Por encima de todo se eleva la habilidad de Turner para disparar palabras que se enganchan unas con otras en un torbellino de relatos atemporales en el que todos querríamos vernos identificados.
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